ADELANTO
Besé sus párpados cerrados que escondían sus hermosos ojos de mi, su naricita, sus mejillas, su frente, todo una y otra vez hasta que sentía como despertaba y soltaba unas risitas por las cosquillas que estaba haciéndole. Era nuestra pequeña tradición de cumpleaños, algo que llevaba haciendo desde que cumplió su primer año. Quizás no le estaba dando la mejor de las vidas, pero si todo el amor que tenía por él en mi corazón. Matt subió sus manos agarrándose a mi jersey riéndose sin parar y revolviéndose en la cama.
— ¡Mami para! —chilló con la voz ahogada por la risa.
—No pienso parar. Soy el monstruo de los besos y las cosquillas.
— ¡Mamá! —se revolvió aún más, retorciéndose en la cama y moviendo sus piernas en el aire.
— ¿Qué pasa aquí? —preguntó la voz más hermosa del mundo haciéndome flaquear un segundo casi logrando que Matt se escapara de mi.
— ¡Edward, ayuda! Mami es el monstruo de los besos y las cosquillas y quiere comerme.
— ¿Así que un monstruo, eh? —alcé los ojos para verle apoyado en el marco de la puerta con los brazos cruzados y una sonrisa torcida en los labios.
— ¡Si! Y voy a comerme a este pequeño si no me dice que día es hoy.
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Edward pasó una mano por mi cintura agarrando mi jersey para detenerme. Me giré para mirarle cuando sentí sus labios sobre los míos dejando un tierno y casto beso. No era un beso apasionado ni largo, pero con Matt delante era lo máximo que podía pedir. Esa mañana de cumpleaños era la mejor que habíamos tenido Matt y yo hasta el momento. Ahora había más gente a nuestro alrededor que nos quería, se preocupaba por nosotros y estaban a nuestro lado pasara lo que pasara. Y Edward estaba aquí, con nosotros, como si fuera un miembro indispensable de nuestra pequeña familia, compartiendo el momento y queriéndonos más de lo que nos quería cualquier otra persona. No podía llegara explicar con palabras toda la felicidad que sentía ante ese hecho.
—No beses a mi mamá —Matt le fulminó con la mirada enfurruñándose mientras cruzaba sus brazos.
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—Porque tu no eres su novio, solo los papás y las
mamás se besan, y porque yo soy su hombrecito y su guardián. Solo yo tengo ese
privilegio —Edward echó la cabeza hacia atrás soltando una carcajada.